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martes, 19 de enero de 2010

El último viaje

Morgan prepara la maleta para su último viaje. En la maleta mete todo lo que puede porque no sabe que necesitará en el sitio al que va. Lleva su ropa favorita: sus camisetas de cuadros, su gorro lila, un anorak, su bañador azul, el que le regaló su madre cuando cumplió 17 años, sus calcetines favoritos, los rojos con pequeños lunares amarillos, su falda gris, su bufanda color cereza, su camiseta verde oliva, un burka, porque nunca se sabe lo que una va a encontrarse, su pijama azul de ositos, sus pantalones pitillo negros y un jersey gris muy gordo por si hace frio. También se lleva su bolsa de aseo y un par de toallas. Sabe que allí encontrará a su perro, Sébastien, por eso lleva una foto suya, para poder reconocerlo, después de tanto tiempo no confía en su memoria y no quiere confundirse, como regalo le lleva su collar y la correa, esa roja con huesos dibujados. Morgan sabe que va a pasar mucho tiempo allí, por eso lleva sus pelotas y su raqueta, sus patines y su ipod, para no aburrirse en sus ratos libres. Ella no puede dejar su pasión, pintar, para eso lleva los pinceles y su maletín de pintura. Tampoco quiere dejar su diccionario porque no sabe qué idioma se habla allí, ni su bolígrafo ni un poco de papel para escribir, porque eso le llena y sabe que si no no podrá ser feliz. También lleva un libro y su televisión. Ella quiere llevarse a su canario porque no sabe con quién dejarlo y lleva su comida por si acaso allí no venden. Por si acaso lleva un paraguas, porque no sabe si allí llueve y por si no lo hace lleva su crema bronceadora, que hay que estar mona en cualquier sitio. Después piensa que no sabe si le dejarán llevar tantas cosas pero quiere intentarlo, porque no todos los días se va al cielo.

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